En su reciente artículo para Hora 12, la fonoaudióloga especialista en lenguaje y comunicación infanto-juvenil Victoria Aguilar advierte que aún persisten múltiples mitos sobre la tartamudez y que, lejos de ser un simple “nerviosismo” o problema de enseñanza, esta condición tiene una base «biológica y hereditaria».
Esta reflexión llega justo a tiempo del Día Internacional de la Tartamudez, y apunta a un cambio profundo en cómo la sociedad, los profesionales y las familias deben entender y acompañar a quienes tartamudean.
La mirada de la especialista: ¿Qué es realmente la tartamudez?
Aguilar explica que entre los 2 y 5 años pueden presentarse episodios de disfluencia normal en niños —la fase en la que están aprendiendo el lenguaje—. Sin embargo, cuando existe una predisposición genética, esas disfluencias pueden persistir y evolucionar hacia una tartamudez crónica.
Ella señala: «El tartamudeo no es causa de nervios o enseñanza deficiente. Hay una estructura biológica de base».
Los efectos y la importancia del entorno
La profesional advierte que la tartamudez no solo afecta la forma de hablar, sino tiene impacto social, emocional y académico. Muchos niños evitan participar en clases, algunos adultos dejan de levantar la voz por temor al juicio, lo que conduce a ansiedad, frustración y aislamiento.
Aguilar resalta que el entorno juega un papel clave: cómo los padres escuchan, cómo reaccionan, si completan frases o ponen presión al niño o adulto que tartamudea. «Si le damos tiempo, escuchamos su idea sin urgencia y sin completar por él/ella, facilitamos un escenario de fluidez», añade.
¿Qué mitos se siguen creyendo?
El artículo de Hora 12 identifica varios mitos aún vigentes:
- Mito: Tartamudear es signo de poca inteligencia.
Realidad: No hay relación entre tartamudez e inteligencia. Aguilar enfatiza que la capacidad intelectual se mantiene intacta en quienes tartamudean. - Mito: Es solo nerviosismo o ansiedad.
Realidad: La ansiedad puede agravar la tartamudez, pero no es su causa principal. La base tiende a ser neurobiológica y genética. ([turn0search0]) - Mito: Completar la frase por la persona ayuda.
Realidad: Interrumpir o adelantar el discurso le quita autonomía y puede aumentar la tensión comunicativa. Aguilar recomienda escuchar sin prisas. ([turn0search0])
Tratamiento eficaz: intervención temprana, acompañamiento y técnicas personalizadas
Victoria Aguilar afirma que cuanto antes se intervenga, mejores resultados se obtienen. En la infancia, el tratamiento va acompañado con los padres, reforzando momentos de habla fluida y bajando la presión al hablar. En adolescentes y adultos se aplican ejercicios para controlar el ritmo del habla, técnicas para reducir la tensión muscular y estrategias para manejar la ansiedad al hablar. ([turn0search0])
«El tratamiento no busca eliminar completamente la tartamudez en todos los casos», explica Aguilar, «pero sí mejorar la fluidez, la confianza y eliminar el miedo a hablar en público». La constancia y el entorno de apoyo son claves.
Recomendaciones para familias, educadores y la sociedad
Basándose en las recomendaciones de Aguilar, algunas pautas fundamentales son:
- Dar espacio y tiempo para que la persona que tartamudea se exprese sin interrupciones.
- Evitar frases como «relájate», «respira hondo», o completar sus palabras.
- Crear un ambiente de comunicación segura en escuelas y hogares, donde la fluidez no sea la única medida de valor.
- Formar a maestros y educadores para que identifiquen disfluencias persistentes y sepan derivar a especialistas.
- Difundir visibilidad y empatía sobre la tartamudez: entender que la forma de hablar no define la valía de quien lo hace.
Inclusión, voz y participación
Aguilar hace un llamado a la inclusión: «No basta con tratar la tartamudez como un “problema del habla”, sino como una invitación a escuchar diferente». La apuesta es que las personas que tartamudean no se sientan marginadas, que puedan participar activamente en clases, trabajos, contextos sociales, y que su voz, pausada o entrecortada, tenga la misma validez. ([turn0search0])
Conclusión
El artículo de Hora 12 —y el trabajo de Aguilar— nos recuerda que la tartamudez no es un obstáculo insuperable, ni una condición de la que avergonzarse. Pero sí exige sensibilidad, intervención, comprensión y tiempo. En un mundo donde la rapidez del habla muchas veces se valora más que la profundidad del mensaje, detenerse, escuchar y dar espacio se vuelve un acto revolucionario.
Redacción: Mónica Aguilar — Actualizado: 23 de octubre de 2025
