Día Internacional de la Tartamudez: Lenguaje, diferencia y la escucha que todos debemos aprender

Cada 22 de octubre se conmemora el Día Internacional de Concienciación sobre la Tartamudez, una jornada para visibilizar una condición de la comunicación humana que afecta a millones de personas en el mundo. En Colombia, este año, la conversación apunta a entender la tartamudez no solo como una dificultad del habla, sino como una experiencia de diferencia, de respeto y de escucha activa. Tal y como plantea la escritora y logopeda Juliana Vargas Leal en su artículo para El Espectador, la tartamudez es “una sensación de ahogo” y un proceso de transformación personal profunda.

La tartamudez desde dentro: sentir, sobrevivir, emerger

“Las sílabas están presentes en la cabeza … Sin embargo, no salen. La boca no se abre, la lengua no logra manejarse como debería. Pa-pa-paaa-pá”, escribe Vargas Leal. Esta metáfora tan potente dibuja el mundo interno de quien tartamudea: como sumergidos en un océano, luchando por alcanzar el aire.
De esta forma, la tartamudez se vive como una paradoja: crecer físicamente mientras el cuerpo del-habla queda atrapado en un estadio infantil; el mundo espera una fluidez que no llega, y la persona se ve forzada a aprender a «vivir bajo el agua», a adaptarse a un ambiente hostil que no comprende su ritmo.

Lenguaje, diferencia y espacio público

“Cómo aparecer sin un discurso al cual aferrarse es la pregunta existencial de todo tartamudo”, señala el artículo.
En muchas sociedades, el habla fluida ha sido la norma de la visibilidad. Quien no habla «bien» corre el riesgo de invisibilizarse. Las personas que tartamudean —identificadas por ruidos, pausas o bloqueos— pueden sentirse marginadas del espacio público, del poder, del reconocimiento. Vargas Leal rescata este aspecto desde una óptica filosófica y cultural: la tartamudez como diferencia histórica, social y simbólica.

El estigma y los mitos que persisten

A pesar de los avances en logopedia y neurociencia, aún perduran ideas erróneas sobre la tartamudez: que es por nerviosismo, que la persona debe “relajarse”, que habla mal porque es menos capaz. Vargas Leal contrapone estas visiones simplistas con una realidad más compleja: la tartamudez implica trabajar la respiración, la motricidad, la mente, la emoción y el entorno comunicativo.

La autora evoca la imagen del emperador Claudio el Tartamudo (Tiberio Claudio Nerón Germánico) para ilustrar cómo la historia ha invisibilizado a quienes tartamudeaban, relegándolos del espacio público, del poder y de la palabra.

Escuchar más allá del habla

Un mensaje central del artículo es el valor de la “escucha”: no solo esperar que la persona termine de hablar, sino construir una actitud de presencia, de igualdad, de respeto. “Los tartamudos son los brujos por excelencia: hemos aprendido a nadar bajo el agua”, escribe Vargas Leal.
Esa metáfora resalta la maestría silenciosa, la supervivencia comunicativa y la transformación personal que muchas personas que tartamudean desarrollan.

¿Qué podemos hacer como sociedad?

  • Adoptar una actitud de espera sin prisa: no completar las frases de quienes tartamudean.
  • Generar espacios de comunicación seguros, donde la presión del tiempo o de la fluidez no sea prioridad.
  • Incluir la tartamudez en la agenda de diversidad e inclusión: reconocer que no todas las voces suenan “iguales”, pero todas merecen ser escuchadas.
  • Difundir información veraz: desmontar mitos y reconocer que tartamudear no es signo de menor inteligencia, sino de una forma distinta de comunicarse.

La tartamudez y la educación en Colombia

En el ámbito escolar, la tartamudez puede presentar retos particulares: miedo a hablar en público, interrupciones frecuentes, ansiedad al expresarse. Pero también es una oportunidad para educar en diversidad lingüística y corporal. Los programas de logopedia, los grupos de apoyo y el entorno escolar inclusivo juegan un papel clave. Vargas Leal invita a ver la tartamudez como diferencia, no como defecto.

Conclusión: una invitación a redefinir la conversación

Este 22 de octubre, el Día Internacional de la Tartamudez no es solo para recordar la condición, sino para replantear cómo hablamos, cómo escuchamos y cómo damos espacio al otro. La tartamudez nos recuerda que la palabra no solo se mide por su fluidez, sino por su presencia, su verdad y su valor humano. Como dice Vargas Leal, el objetivo es emerger del agua, conquistar nuestra voz propia y aparecer en el espacio público como iguales.

Redacción: Santiago Rave Herrera — Actualizado: 24 de octubre de 2025

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *